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Red Internacional

Violencia Machista. Acoso sexual: la odisea de ser mujer en el transporte y la vía pública

Estadísticamente cada 3.3 horas el machismo nos arranca de las manos una mujer. Pero la violencia también se expresa silenciosamente todos los días en el acoso en el transporte y la vía pública.

Mientras espero el camión que me llevará al metro más cercano, noto que del otro lado de la acera un tipo de unos 24 años me observa insistentemente. Antes de abordar se atreve a gritarme palabrejas –disfrazadas de piropos– que me erizan la piel del horror. El operador del camión, un chiquillo de secundaria, repite las miradas ofensivas del sujeto que se quedó atrás y mientras busco un lugar vacío para sentarme, al fondo del pasillo un señor de unos treinta años me guiña el ojo. Al llegar al metro, corro para descender y llegar a la taquilla. Espero el convoy y a lo lejos un grupo de tres chicos estudiantes de preparatoria me intimidan y realizan gestos obscenos.

El acoso, nuestro pan de cada día

Pero esto no sucede solamente en el transporte público. El tema del acoso es topping de todos los días y lo sufrimos en el ámbito socioafectivo, familiar, escolar y laboral. Para que no salgamos de los roles que al capitalismo le convienen (esposa y madre) se apoya en una campaña mediática que nos bombardea hasta por debajo de las piedras y que responde a un sistema opresor de clases, beneficiado del machismo y el patriarcado que vulnera de manera especial a las mujeres: cosificando nuestros cuerpos y ponderando el sexismo sobre nuestras vidas como permanente forma de coerción contra nosotras. Quiere imponer cómo sí y cómo no vestirnos y moldeando nuestro arreglo personal pensando en el beneficio de terceros, imponiendo sumisión y obediencia.

Ser mujer trabajadora y estudiante

Tengo una amiga que trabaja en un call center. Pasa más de cuarenta y dos horas a la semana sentada en una mampara de metro por metro y medio, todos sus pares son mujeres. Lleva tres años trabajando como ejecutivo de ventas y recién la ascendieron a supervisora de calidad. El cotilleo no se hizo esperar. Escuchó hablar a dos supervisoras respecto a que seguramente intimó con el supervisor, ¿de qué otra manera habría conseguido el ascenso? Y sus compañeras de trabajo dicen que ahora entienden el porqué “de cómo se viste”.

El machismo no es propio de las mujeres hacia los hombres. De hecho, está tan naturalizado en nuestra sociedad que nosotras mismas oprimimos a otras mujeres con comentarios como “es una zorra”, “qué fácil es” o “¿ves cómo se viste? ¡Qué atrevida!” e insinuaciones que pretenden demeritar nuestras capacidades para conseguir lo que para un hombre es más fácil obtener por el simple hecho de ser hombre.

Hoy día, en la universidad, una mujer que se atreve a manifestarse políticamente, tomar en sus manos un megáfono y hablarle a una multitud sobre la necesidad de organizarnos y dar la pelea por izquierda por la toma de decisiones en nuestras escuelas, es susceptible de ser abucheada. Pero esto no sucede si lo hace su compañero, ¿por qué? Por el simple hecho de ser mujer.

¡Basta, ni una más!

La violencia contra la mujer no se expresa sólo en el feminicidio. El acoso, las bromas hirientes, comentarios despectivos, el chantaje y las mentiras, los celos, controlar horarios y relaciones con otros hombres, empujones, amedrentamiento, amenazas, segregación social y el abuso de todo tipo también son caras del machismo.

Queda claro que no todas las mujeres somos iguales; algunas trabajamos para poder vivir y otras viven de nuestro trabajo. Porque no todas pertenecemos a la misma clase social, algunas mujeres somos explotadas y otras son explotadoras.

Urge que tomemos en nuestras manos la lucha por nuestros derechos y rompamos con las cadenas que nos oprimen. No es un problema que nos atañe sólo a las mujeres, es una cuestión de clase. Si las mujeres de la clase trabajadora y los sectores populares tomamos en nuestras manos la lucha contra todas y cada una de las expresiones de la violencia contra nosotras, avanzaremos hacia decidir nuestro propio destino, ganaremos confianza y seguridad en nosotras mismas, seremos imparables en la lucha por nuestros derechos y los derechos de nuestra clase y de todos los sectores oprimidos de la sociedad, como los pueblos originarios y la comunidad sexodiversa. Somos nosotros, hombres y mujeres, trabajadores, amas de casa y estudiantes quienes debemos organizarnos de manera permanente y luchar por avanzar hacia nuestra propia emancipación.

Este 24 de abril, en todo el país, se llama a una movilización contra la violencia machista. ¡Asiste junto con la agrupación de mujeres Pan y Rosas! Todas y todos a las calles porque #VivasNosQueremos.


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