El covid golpea al trabajo femenino y aumenta casi 18 puntos porcentuales. Y si bien para los hombres también tuvo un aumento de dos puntos (de 6,2 a 8,3% actualmente) sigue existiendo la brecha histórica respecto de la fuerza de trabajo femenina.
Según la encuesta del INE del trimestre finalizado en abril, la tasa de desempleo entre las mujeres llegó hasta el 9,9% (8,2% en el mismo trimestre 2019), equivalente a 374.340 mujeres sin trabajo. En comparación, si bien para los hombres también tuvo un aumento de dos puntos (de 6,2 a 8,3% actualmente) sigue existiendo la histórica brecha en relación con las mujeres.
Al mismo tiempo hay 4,2 millones de mujeres fuera de la fuerza de trabajo (no trabajan de forma remunerada ni están en busca empleo) que ha descendido un 12,8% respecto al año anterior hasta un 47,3%. Significando un retraso para las mujeres en materia de participación del mercado laboral en los últimos 10 años, ya que desde octubre de 2010 no se registraban cifras tan bajas (desde 2013 se había logrado superar el 50%, con un peak de 53,3% en enero de 2020).
Si bien esto último no es exclusivo para las mujeres, como se apuntó en un comienzo, tiene impactos diferentes dadas las condiciones de distribución del trabajo en la sociedad capitalista. Esto quiere decir en palabras de Alejandra Mizala, académica de Ingeniería Industrial de la U. de Chile, “Crisis sanitarias previas como la provocada por el Ébola han mostrado que el distanciamiento social y, en particular las cuarentenas, reducen significativamente las actividades económicas y de supervivencia de las mujeres. Asimismo, su capacidad de resiliencia posterior a la crisis, cuando se levantan las medidas preventivas, es menor”. Significando que la falta de herramientas económicas durante la pandemia dejarán en peores condiciones para el reinicio y normalización de las actividades laborales y económicas a las mujeres que a los hombres.
Esto principalmente debido a las tareas domésticas destinadas principalmente a las mujeres por “convención social”, pero principalmente por las enseñanzas del patriarcado que son serviles al capitalismo. Esto ha significado por ejemplo que durante la pandemia y con una cuarentena a la medida del Gobierno de los empresarios, que no ha garantizado las necesidades básicas como alimentación para la mayoría, tener que abandonar el trabajo para responder a los cuidados de niños, ancianos y del hogar.
Esto incluso considerando que las mujeres son las que ocupan trabajos con peores condiciones laborales, con la brecha salarial, mayor subcontratación, incluso con trabajo en negro (sin contrato). Ante esto la pandemia es enfrentada en condiciones completamente desiguales para mujeres trabajadoras, pobres, madres solteras, migrantes, etc.
Por otro lado Juan Bravo, economista del Centro Latinoamericano de Políticas Económicas UC, que en medio de una recesión económica aguda y una crisis (semejante a 1982) “en donde hay escasez de oportunidades laborales y abundancia de personas que necesitan conseguir un puesto de trabajo, se exacerban los factores estructurales que perjudican a las mujeres puesto que hay más competencia por obtener un empleo”.
Agregando también que “lamentablemente, las leyes replican la lógica de ausencia de corresponsabilidad en el cuidado de los hijos, lo que se materializa en que las leyes no entregan los mismos derechos asociados a la paternidad a hombres y mujeres (…) El problema que surge de esas desigualdades es que se producen las brechas laborales de género, puesto que la legislación contribuye a encarecer la contratación de mujeres relativa a hombres”.
Si bien, muchos de los medios afirman que ha habido un retroceso en relación a la situación de la mujer en el trabajo de los últimos 10 años, es ignorando su origen en el patriarcado, su carácter social transveral público y cómo esta contradicción se agudiza y empeora, mostrando su real cara en medio de la crisis sociosanitaria, con recesión económica. Por tanto mostrando una desorientación en cuanto a las soluciones para enfrentar el problema.
Garantizar condiciones básicas para la sobrevivencia a la cuarentena, es una responsabilidad del Estado, por lo tanto financiadas por el gasto público, dentro de eso un sueldo mínimo acorde a la canasta familiar, congelamiento de las deudas de créditos bancarios así como de los dividendos, garantizar vivendas de emergencia para las mujeres que viven violencia de género, financiadas por impuestos a las grandes riquezas, por la nacionalización de recursos naturales para avanzar en contra de las consecuencias del aislamiento, la cuarentena y las medidas de este Gobierno empresarial antiobreras.