Se lanzan el primer liceo multigénero y un nuevo liceo mixto, pero ¿es ésto suficiente para solucionar los problemas de la Diversidad Sexual en la educación pública?
En Santiago, en la comuna de Independencia, dos de los liceos emblemáticos han dado un paso para disminuir la brecha de género. Siendo así que el liceo Francisco de Quito pasará a ser mixto, y el Rosa Ester Alessandri Rodríguez se convertirá en el primer liceo multigénero (el primero en su tipo en Chile), a partir del próximo año.
Y es que el debate sobre los derechos de las diversidades sexuales, incluyendo el derecho a la educación, con casos mediáticos como los del Instituto Nacional, el Liceo Lastarria o el Liceo Arturo Alessandri Palma (que votaron ser mixtos desde el 2019), es innegable. Sobre todo empujado por la juventud que se levanta contra la moral conservadora de la Iglesia que atraviesa a toda la sociedad, pero que permea profundamente a la educación en general.
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Al respecto, el Alcalde Gonzalo Durán (PS) comenta que se trata de “una decisión valiosa porque es el producto de un trabajo con toda la comunidad escolar que se ha puesto a tono con la discusión del país y que busca resaltar, en la educación pública, los principios de inclusión, participación y calidad”.
Por otra parte, Isabel Escribano directora del liceo Rosa Ester Alessandri Rodríguez, afirma que “nuestro desafío es que nuestro proyecto educativo, que está reflexionado, pueda ponerse en ejercicio al servicio de estos nuevos géneros que han sido invisibilizados y que puedan ingresar a nuestro establecimiento para satisfacer sus necesidades no solo curriculares y pedagógicas, sino humanas”.
Pero, ¿es el debate de género y educación algo que se deba tratar caso a caso en los establecimientos educativos?. Definitivamente estos debates aislados son consecuencia de un modelo educativo segregador que ha sido dividido e individualizado gracias al modelo de municipalización, que a impedido tener políticas más transversales al momento de tocar temas que afectan a la sociedad en su conjunto, que van desde la educación sexual integral (que debiese ser laica), hasta la realidad de la comunidad trans en la educación.
En definitiva si el debate se instala sólo en ciertos centros educativos, es obedeciendo un orden preestablecido de un modelo educativo que busca separar las necesidades de las y los estudiantes, dando respuesta a dichas necesidades a través de la posibilidad de gestión y financiera de cada centro educativo y el municipio a su cargo, negando la profunda crisis en que se encuentra la educación pública, y por lo tanto dando distintas oportunidades a quienes deben acceder al sistema público educativo.
En la medida que los debates educativos se encuentren aislados y no se vuelvan transversales, a través de la centralización del sistema educativo, los problemas de la educación pública seguirán siendo islas de profundas crisis, u oasis que iluminan el camino educativo de pocos.
Esta contradicción del sistema para integrar las diversas identidades sexuales, acabando con la discriminación y la exclusión, requiere una modificación estructural, lo que sólo puede hacerse de manera integral con la comunidad educativa, de la mano de profesores, estudiantes y apoderados.
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